jueves, 3 de julio de 2014

Leyenda de la Mujer sin Corazón.

Cuenta la leyenda que hace algún tiempo, en un pueblecito de España, cuyo nombre se ha decidido olvidar, sucedió un evento terrible, capaz de asustar a más de uno.
Existía un feliz matrimonio, que se amaba como ningún otro, de aquella unión, nació una niña, que conforme crecía, desarrollaba un amor enfermizo hacia su padre y un odio desmedido por su propia madre. Constantemente le decía a su padre que quería casarse con él, y que deseaba la muerte de su madre para poder ser felices para siempre. La reacción del hombre era de enojo por supuesto, no quería pensar en una situación similar. Pero aquello no tardó mucho en cumplirse.
Durante el funeral, el pobre hombre se hacía pedazos del dolor, mientras la niña trataba a toda costa de esconder una sonrisa diabólica, que a duras penas contenía, pues sus sueños estaban convirtiéndose en realidad, parecía haber hecho un pacto con el señor de las tinieblas, ¿Cómo es posible tanta maldad en una niña tan pequeña?.
Al pasar de los días, el hombre se sumía en una profunda depresión, pero no podía evitar notar que su pequeña mostraba total entereza ante el hecho, animándolo en todo momento. Sin saber que en realidad el buen ánimo de su hija se debía a saber que su madre ya no estaba.
Una tarde la niña salió al parque con sus amigas, y su padre le encargó un corazón de cerdo para la cena. Pero cuando terminó de jugar la carnicería estaba cerrada, así que tubo la macabra idea de profanar la tumba de su madre y arrancarle el corazón… así tampoco dudo en comerlo durante la cena junto a su padre.
Cuando se encontraba en su cama, la niña empezó a escuchar un susurro, una tenue y familiar voz, parecía ir adentrándose en la casa, hasta en punto en que la niña alcanzó a escuchar: -Hija, ¡devuélveme el corazón que me has robado!- junto a esta frase las escaleras crujían, unos pasos se aproximaban a la entrada… la perilla giraba lentamente, hasta que la puerta se abrió, el espectro de la madre entró en la habitación, extendiendo su dedo acusador hasta el corazón de la pequeña, que junto a un último suspiro de horror, dejó de latir… murió de puro pavor.
Desde entonces se ha visto vagar al espíritu de “La Mujer sin Corazón”, algunos dice que atacando niñas para saciar su sed de venganza, otros dicen que simplemente llora por el amor perdido…y así seguirá por toda una eternidad.

Leyenda de la mujer del velo.

Cuenta la historia sobre Luis, quien en sus tiempos ganó la fama de Don Juan, porque no había mujer que se le resistiera. Él era por naturaleza conquistador, embaucador, mentiroso y aprovechado; utilizaba todo su encanto, para enamorar mujeres de buena posición, a las cuales les sacaba algo de dinero después de ganar su confianza.
Con su gran pose e intelecto, levantaba pasiones en cualquier lugar, fue así que Ana, como muchas otras, quedó enamorada con locura de él, pero realizado su cometido, Luis perdió completamente el interés en ella. Abandonada e ignorada por su amado, la mujer no pudo soportar el dolor y se quitó la vida, no sin antes jurar que se llevaría al causante de tal pena, para estar juntos en la eternidad.
El día de muertos, cuando Luis volvía de sus noches de juerga, con unas copas de más, vio la hermosa silueta de una mujer, provocada por el cuerpo más divino del que hubiese podido imaginar, solo que el rostro no pudo verlo, pues llevaba un velo negro en señal de luto.
Luís quería acercarse, pero ella solo se alejaba más y más, hasta desaparecer…
Cada noche, sucedió lo mismo, ella se dejaba ver a la distancia, pero no permitía que la alcanzara. Él pensaba que iba a morir de amor. Y pasó una semana: fecha en la que su difunta amante suicida cumplía un año. Al pasar por el panteón vio nuevamente a la mujer a que le robaba los suspiros, ella pedía a gritos ayuda, y él, no pudo desaprovechar la oportunidad. Al verlo venir ella dijo:
—Gracias al cielo alguien me ha escuchado.
—¿Por qué está usted en el panteón?
—Visito a mi hermana, que hoy cumple un año de muerta. Un mal hombre la enamoró y ella se mató por él, ¿Qué crees que se merece?
—Merece ser enterrado vivo con la mujer a la que hizo sufrir, para que ella lo pueda amar—dijo el hombre buscando complacer a la dama.
—Pues eso ha de pasar—dijo ella muy convencida, tomándolo de la cintura, y dejando caer el velo que cubría su rostro. De inmediato el tal Luis quedó impactado, tenía frente a él a la amante suicida, su cara estaba carcomida por los gusanos que formaban una montaña rusa a través de los orificios del cráneo… ella lo prensó en un abrazo mortal, para después hundirlo en la tierra junto con ella, para que le hiciera compañía toda la eternidad.
Se dice que desde entonces, en la fecha marcada, se escuchan los desgarradores gritos de un hombre, mientras una mujer canta una canción nupcial.
Hola Muy buenos dias, Quiero comentarles que en este blog los dias Jueves y Sabados Actualizare Sobre leyendas de terror conocidas y las que estan por conocer. Solo para que imaginen y se erizen un rato.
Saludos!

La vos detras de las paredes.

La noche se presta a propósito para lo sobrenatural. Una voz, nacida detrás de las paredes de su cuarto, despertará a Eugenio. ¿Es su hermano muerto quien le habla? ¿Con qué fin quiere despertarlo? ¿Atenderá Eugenio a su llamado?… Descúbrelo en este cuento de horror y misterio. 

Eugenio se encontraba durmiendo en su cuarto. Su cabeza reposaba debajo de la almohada como era habitual. La frescura de las sábanas se reflejaba en su apacible rostro. Sus pies colgaban fuera de la cama ayudándole a refrescar su cuerpo ante el suave calor del verano de ese viernes trece de enero. La Luna se había escondido temprano y la oscuridad reinaba en la noche.
A las 2:05 de la mañana, una voz, que parecía salir de las paredes, lo llamó por su nombre:
—¡Eugenio! ¡Eugenio! —Insistió varias veces.
Con los párpados pegados y esa sensación de no poder abrir los ojos como cuando uno quiere despertarse antes de tiempo, Eugenio, intentó —sin éxito— averiguar quién lo llamaba y de dónde provenía aquella voz apenas conocida, profunda, escasamente perceptible.
Tanteó sobre su mesita de luz queriendo encender el velador. Lo único que consiguió fue tirar, al piso, un bollo de papeles, su celular nuevo, un llavero y un vaso de vidrio vacío, que había dejado allí antes de acostarse. Por suerte, la alfombra de la pieza amortiguó el ruido y evito una tragedia.
Viendo que no lograba nada, cejó en su intento. Intrigado, y un poco molesto, optó por responder a quien le hablaba:
—¿Quién anda ahí? ¿Papá, eres tú? ¿Pasa algo malo? ¿Qué hora es?
La voz no se hizo esperar:
—¡Eugenio! ¡Soy yo! Tu hermano. Pablo.
—¡Pablo! Pero… ¡si tú estás muerto! ¿Estoy soñando todavía? ¿O es alguna clase de broma? ¡Vamos que no estoy para eso a estas horas de la madrugada! ¿Qué hora es?
—Son casi las dos y diez de la mañana —le respondió quien decía ser su hermano—. Y no es una broma, soy yo, Pablo. He venido a prevenirte.
—¡Prevenirme? ¿De qué?
Eugenio, por fin despierto, buscó de nuevo; encontró la llave del velador y lo encendió. Miró hacia todos lados. No había nadie más que él en ese cuarto. Así y todo, la voz seguía hablándole desde detrás de las paredes.
—No tengo tiempo para demasiadas explicaciones —le dijo el supuesto Pablo—. Estás en peligro. Necesito que vayas al cementerio donde estoy enterrado, abras mi tumba y quites de mi féretro el objeto que el cura acomodó entre mis brazos.
Eugenio no terminaba de convencerse; por lo que le respondió:
—¿Tienes idea de lo que me estás pidiendo? No me imagino cavando una tumba; mucho menos, de noche; menos aún la de mi hermano. ¿Y cuánto crees que me pueda llevar hacerlo? No creo que sea tan fácil…
—No tienes que preocuparte por eso. La tierra está blanda. No te llevará mucho. Toma las herramientas de papá (las que guarda en la cochera): una barreta, un pico y una pala de punta. Con eso debería ser suficiente. Pero, por favor, ¡apúrate!
—…voy a tratar. Aunque todavía no entiendo qué sucede. ¿Cómo puedo confiar que, de verdad, eres tú?
—¿Recuerdas las travesuras que hacíamos de chicos? ¿Esa vez que le rompimos la ventana a Doña Sánchez y dijimos que habían sido otros niños para que no nos retaran? ¿O cuando nos tiramos al lago, en pleno otoño, y casi te ahogas? Por poco no respirabas cuando te saqué. Me asusté mucho. Encendimos una fogata para poder secar nuestras ropas para que los viejos no se dieran cuenta de lo que había pasado. ¿Te acuerdas, Eugenio?
—Es verdad —recordó Eugenio—. Nunca le contamos a nadie. Está bien, haré lo que me dices, aunque no deja de darme un poco de miedo todo esto. ¿Me dirás luego que pasa y sobre qué quieres advertirme?
—¡Claro que sí! Pero primero, ven cuanto antes al cementerio. Si no, podría ser muy tarde…
Convencido de que debía hacer lo que le pedían Eugenio se dirigió a la planta baja de su casa, sacó las herramientas del garaje, las cargó en la camioneta de su padre, abrió el portón tratando de no hacer mucho ruido y se marchó de allí en el vehículo. Llegó lo más rápido que pudo adonde estaba enterrado su hermano.
El sitio le daba un poco de pavor, un sudor frío comenzó a mojarle la frente y la espalda. Las puertas del cementerio estaban abiertas. Entró con la camioneta y la estacionó frente a la tumba que conocía muy bien. Dejo las luces encendidas para poder iluminarse.
Consciente de que el tiempo jugaba en su contra —o eso pensaba—, tomó el pico y la pala, y comenzó a cavar. En efecto, la tierra estaba blanda.
Al cabo de media hora tuvo noción de lo que significaba estar seis pies bajo tierra: “un metro ochenta es mucho”, reflexionó. Recién había avanzado apenas unos treinta centímetros.
Como a eso de las cinco de la mañana se topó con el cajón. Cavó un poco a su alrededor y, cuando vio que asomaban los bordes de la tapa, se detuvo. Buscó la barreta en la camioneta y la usó para abrir el féretro. Los clavos enmohecidos y oxidados crujieron ante el esfuerzo. El ruido que hicieron aquellos mortuorios objetos heló su sangre y erizó hasta el último de sus cabellos: era el quejido de un alma en pena, y no el ceder de la tapa ante la fuerza de la palanca, lo que se escuchaba. Un búho alzó vuelo desde la rama de un árbol cercano y se perdió a lo lejos.
Eugenio temblaba. Podía escuchar el latido de su corazón y cómo se aceleraban sus palpitaciones. “No pasa nada”, se dijo a sí mismo intentando apaciguarse.
Se arrodilló junto al ataúd, abrió la tapa y la apartó a un lado. Allí estaba, su hermano Pablo, tan muerto como la última vez que lo había visto en la funeraria; sólo que más flaco, y cadavérico. Los ojos hundidos en sus  cuencas. Las manos huesudas. El olor a putrefacción, insoportable; aunque a Eugenio no le importaba.
Recordó a lo que había ido allí, y quitó la cruz de plata de entre las manos de Pablo.
Todavía arrodillado, miró fijamente la cruz, y miró nuevamente al cadáver. Era muy distinto de cómo lo recordaba en vida. La barba estaba crecida, al igual que el pelo y las uñas. El color de la piel no era el de una persona viva.
Mientras lo observaba, los ojos de su hermano se abrieron inmensamente, devolviéndole la mirada.
—¡Gracias! —le dijo la voz que, ahora, nacía de detrás de la pared de tierra de aquella fosa recién excavada, y no de la garganta de Pablo.
Antes de terminar de decirlo, el muerto se irguió a medias y abrazó a Eugenio con todas sus fuerzas para no soltarlo; atrayéndolo contra sí, buscando acostarlo contra él. El corazón le palpitaba a Eugenio como nunca; intentó zafarse pero no pudo. Se ahogaba contra el pecho de su hermano. La vida escapaba de su cuerpo sin poder evitarlo. Un pensamiento horrible cruzó por su cabeza: “¡Voy a morir!”, deseaba gritarle a alguien; pero su boca estaba apretada contra la camisa raída. Alcanzó a ver como los gusanos escapaban por un hueco en el cuello de aquellos restos humanos. La idea le pareció espantosa. Las palpitaciones se aceleraron y devino un infarto, ¿o fue porque ya no podía respirar? Como sea. Muerto, él también.
Un temblor, surgido del mismo infierno, sacudió la comarca entera. La tierra recién cavada cayó sobre la tumba hasta sellarla por completo. Ambos, Eugenio y Pablo, tragados hacia las profundidades de lo eterno, de la muerte sin retorno. Despuntó el alba y hubo paz en el cementerio.
Nadie en el pueblo supo, realmente, lo que pasó aquella noche. Algunos de los que vivían allí solían murmurar por lo bajo que no es cierto que no haya que temerles a los muertos; muy por el contrario, son capaces de cualquier cosa con tal de no yacer solos en sus tumbas. Sin compañía, su descanso no puede ser eterno.
Un consejo: Si los muertos te llaman en la noche, ¡no les haga caso!

miércoles, 28 de mayo de 2014

Trato con el diablo.

El roce de las llantas chirriaban en el asfalto y como cuchillos afilados entraban en mis oídos haciendo retumbar todo mi cuerpo...Desesperado traté de buscar un lugar abierto para comprar unos cigarrillos y así aplacar un poco mi ansiedad...Pero a esa hora avanzada de la noche y en medio de la carretera mis posibilidades eran pocas y mi ansiedad mucha..Se acercaba mi sesenta y tres cumpleaños y debía pagar una vieja deuda..Los años habían pasado volando desde aquel día en que por azar me había encontrado con Melquiades en una una de esas locas fiestas de juventud..Traté de no pensar en todo aquello y concentrarme en la carretera..Si pudiera al menos fumarme un cigarrito -Pensé- Y de pronto como por arte de magia me topé con un cartel chillón....Una sonrisa se dibujó en mis labios y apreté el acelerador.. A los pocos minutos me encontraba frente a una estación de gasolina con su respectivo mini market. ..Bueno al menos mi suerte no ha cambiado..Aprovecharé para echar un un poco de gasolina que buena  falta me hace- .Pensé al tiempo que bajaba del auto..El chico de la gasolinera se hizo cargo de mi auto y yo me dirigí a la tienda; que a esa hora lucía tan desolada y silenciosa como la carretera..Solo la cajera dormitaba en su banqueta. De pronto me sentí de nuevo seguro de mí y hasta me puse a tararear una vieja canción, cosa que no había hecho en mucho tiempo y mientras buscaba mis cigarrillos preferidos me interné entre los estantes atiborrados de productos, cuando de pronto casi choco con una señora y su bebe..De dónde habrían salido-pensé-mientras me detenía a observar la escena que se ofrecía a mis ojos..La madre hablaba tiernamente a su pequeño hijito mientras le arreglaba su colchita...Mi buen humor desapareció y sentí que una punzada entraba en mi pecho..Como una ráfaga vino a mi el sinsabor de la mujer que me parió y me dejó abandonado a mi suerte..La caridad de los hogares sustitutos..La frialdad del orfanato..Todos aquellos años creciendo en la soledad y el desamparo.. Por eso cuando encontré a Melquiades no dudé en hacer un trato con él a cambio de que mi mala suerte cambiara..Desde entonces el dinero florecía en mis manos..El amor de todas las mujeres era mío y yo las manejaba a mi antojo hasta que cansado de ellas las empujaba hacía el abismo..Qué placer sentía al verlas destruidas..Era como vengar en cada una de ellas a la que siendo un bebe me abandonó..Miré de nuevo al pasillo, pero la mujer con su hijito ya había desaparecido..Molesto pagué mis cigarrillos y salí..Frente al volante volví a sentirme nervioso y algo asustado..- Y esa sensación me desconcertaba, pues no recordaba haber temido nunca antes a nada ..Seguro me estoy volviendo viejo- Pensé..Pero no podía dejar de preocuparme por  Melquiades y la deuda que vendría a cobrar..Ya casi llegaba a mi destino, cuando de pronto un tumulto de gente y carros me hizo frenar..Me bajé del auto y pregunté qué pasaba..Un accidente- me contestó un policía-..Me acerqué aún más y entre la gente llegué a ver la cabeza de Rolando tirada en la pista..La sangre se me heló en las venas y me abalancé al cuerpo inanimado y frío de mi único hijo..En eso sentí el aliento caliente de alguien que me decía al oído; creiste que me conformaría con tu alma podrida...yo quería lo mejor de tí y ya lo tengo..Levanté la mirada y vi a Melquiades alejarse haciéndome adiós con la mano..

Los fantasmas de la ruta 66.

Si usted decide seguir viajando a o largo de la ruta 66, pronto
se encontrará Catoosa, Oklahoma (USA), al conducir a través Catoosa, recuerde
que debe permanecer en la ruta 66: si usted toma un giro equivocado y termina en
la carretera 412, a unas 6 millas de Catoosa, no pocos le informarán de un
incidente que muchos otros han atestiguado haber vivido. Una vez que
llegue al cementerio de Timber Ridge ya no hay vuelta atrás: ahí es donde un pequeño niño nativo americano ha sido visto,... e incluso golpeado por más de un conductor. El pequeño se observa detenido a lo largo de la carretera con su bicicleta, donde un vehículo lo atropelló y lo mató. Fue enterrado en el cementerio mismo, en la primera fila junto a la
puerta, cerca de la parte inferior de la colina. Varias personas juran que al atravesárseles, sintieron realmente cómo golpearon al niño,... y encontrar huellas de pequeñas manos ensangrentadas en los parachoques de sus coches. Otros lo han visto de rodillas a lo largo de la carretera, mientras que algunos otros incluso han asegurado haber sufrido daños en sus vehículos, después de golpear al niño que luego se desvanece,... Recuerde que cuando viaje a Catoosa, cerca a la ruta 66, no viaje por la carretera 412 a menos que quiera a mirar a ese niño fantasma a la cara. El Reno es otra ciudad a lo largo de la Ruta 66 que cuenta con su propia leyenda. Recorriendopor el camino que se conoce como "la Ruta de la Madre" de El Reno, y entre éste y Weatherford, usted se encontrará con el fantasma de un hombre jorobado. Lleva un abrigo marrón y un sombrero que es de "estilo bogies", cubriéndole los ojos. Le encanta aparecer en las noches de niebla o de lluvia. Algunas personas se han detenido a lo largo de la carretera a recoger a este misterioso hombre sólo para ver que él pide dejar el vehículo tras un corto tramo, carretera más adelante... para luego ver pasmados cómo su imagen se mantiene como caminando frente a ti, en la misma carretera, ¡pero lo verás así flotando por varias millas delante de TI!

Mi padrastro.

Sentado en un viejo sillón de mi casa escucho con los ojos cerrados una vieja canción de piano que escribí junto a mi ya difunto padre. Aun no lo puedo creer, el hombre que me recogió de aquel orfanato ha muerto, aun no sé cómo murió.
En ese momento mi mar de pensamientos fue interrumpido por una voz que me fue un poco familiar. ‘No, tu si sabes cómo morí’, dijo la voz misteriosa. Yo repliqué: ‘claro, espero llegar a mi casa pronto’. La voz misteriosa dijo: ‘no, aun no es tu casa, sigue siendo la mía hasta que lean mi testamento’.
En ese momento un escalofrió inexplicable se adueño de mi cuerpo abrí los ojos y enfrente de mi estaba mi padrastro. El dijo: ‘¿sorprendido de volverme a ver?’, yo dije con una sonrisa sarcástica: ‘no, tu tan solo eres el dolor que siento por la pérdida de mi querido padre’. El padrastro sonrió y dijo: ‘o tal vez tu locura proyectada en uno de tus más profundos miedos’. yo pregunte: ‘¿miedos? Yo no te tenía miedo padre, yo te admiraba, yo te quería’. Y mi padrastro se desapareció en la obscuridad de un rincón.
Suspiré y volví a cerrar los ojos para concentrarme y escuchar esa hermosa melodía del viejo y olvidado piano. De repente alguien tocó la puerta, baje rápido para ver quién era y vi a Lorena, una vieja amiga de mi padrastro. Ella se encargaba de preparar los difuntos para el funeral, mi padre siempre le dijo a Lorena que el día que muriera quería que ella misma lo preparara para verse espectacular en su entierro.
Lorena me sonrió y me dijo: ‘ya está todo listo para el funeral de tu padre’. Yo respondí: ‘muchas gracias por ayudarme con todo esto Lorena’. Ella respondió: ‘no hay de que, esto que estoy haciendo es lo que siempre quiso tu padre, bueno nos vamos para preparar todo antes de que los familiares lleguen’. Replique: ‘claro nomas deja apagar el estéreo’, era de mala educación dejar a Lorena afuera así que la invite a pasar, ella parecía muy sorprendida por la gran casa de mi padre, ya cuando llegamos al segundo piso apague el estéreo y mi padre apareció al lado mío y dijo: ‘acaso no te dije que nunca trajeras a nadie cuando yo no estuviera’, yo respondí: ‘pues estas aquí no se por qué te quejas’, Lorena un poco confundida me preguntó: ‘con quien hablas’ yo respondí: ‘con nadie’, Lorena me que había escuchado esa canción, es muy bonita y preguntó cómo se llamaba. Yo respondí: ‘no tiene nombre la escribí junto con mi padre’. Lorena me sonrió y dijo: ‘tú has de tener muchos recuerdos hermosos de tu padre’, yo respondí: ‘si tengo bastantes, de pronto mi padrastro se apareció al lado mío otra vez y me dijo al oído: ‘y tan solo por eso me mataste’.
No lo pude creer mi padre o mi locura no sé que era él o esa cosa, pero me estaba culpando de la muerte de mi padre. En el funeral todos lloraban por mi padre excepto yo, no sabía por qué no lloraba por la pérdida de mi padre era mucho, pero al parecer tenía muchas fuerzas para retener las lagrimas. Me senté y suspire mirando como otros que conocían poco a mi padre lloraban desconsoladamente. De repente mi padre apareció sentado al lado mío y dijo: ‘vaya cuanta hipocresía hay en este pequeño cuarto’, yo le dije un poco enojado: ‘por lo menos ten un poco de respeto hacia las personas que vinieron a verte’, él se rio y me respondió: ‘no vinieron a verme a mí solo vinieron a ver a quien le dejé toda mi herencia, la gente a veces llega hacer muy hipócrita cuando hay algo valioso de por medio’. Entonces me llegó el recuerdo de lo que me dijo cuando estaba en casa con Lorena y le pregunte: ‘por qué dices que yo te mate’, el sonrió y me dijo: ‘no te hagas el tonto, yo sé, recuerda esa discusión y después no se empezó a oír cucu cucu y me encajaste el cuchillo en el pecho.
Asustado le respondí: ‘no claro que no, yo no fui’. El se rio y me dijo: ‘nunca vas a escapar de mí, yo soy tus miedos, soy tu locura yo soy tu padrastro’. no pude más y grite con todas mis fuerzas: ¡Basta!, todos en el funeral me miraron como si estuviera loco, de inmediato me fui del funeral y corrí hacia mi casa, me encerré y me puse en un rincón y no sabía qué hacer, no sabía que pensar, como pude matar a mi propio padre, me puse a llorar yo quería a mi padre y de repente el pareció frente a mí y me dijo: ‘no, tú me odiabas me lo hiciste saber el día que llegaste borracho’, yo sorprendido le pregunte: ‘como no entiendo llegue borracho por favor dime qué fue lo que paso’, el me dijo: ‘llegaste borracho me dijiste que me odiabas que siempre tenias que hacer lo que yo decía yo le respondí : ‘porque era cierto’, el me reclamo: ‘no yo siempre te di la opción, pero tú por miedo a lastimarme siempre hacías lo que yo quería’. Yo respondí: ‘es cierto ya lo recuerdo todo se salió de control y tome el cuchillo… Lo siento padre’, de repente una lagrima de sangre se notaba en la mejilla de mi padre y me dijo: ‘no me duele que me hallas matado, es mas estoy orgulloso de que por primera vez tú hagas algo por tu propia cuenta’, yo pregunte: ‘entonces ¿por qué lloras?’ y él respondió: ‘me duele que tú me odies’, de repente me dolió el pecho y yo también llore y le dije: ‘no, no es cierto, yo no te odio, yo te agradezco por todo lo que hiciste por mi y tan solo quiero pedirte perdón’, el sonrió, ‘no hay nada que perdonar’.
Mi padrastro bajó las escaleras abrió la puerta y cerró, días después fui arrestado, confesé mi crimen y fui sentenciado a 20 años de prisión me parecieron justos, un años después decidí reunirme con mi padrastro.