viernes, 23 de mayo de 2014

El Hombre Aturdido.

Desperté con el cuerpo entumecido, descastado y con un fuerte dolor en la cabeza, si no fuere por los nervios y la ansiedad que precede al desconcierto hubiese continuado tirado en el piso, los calores me abrasaban la última entraña; apenas sin ver, palpé con desconcierto, entre sollozos, con la agonía del que no sabe, no conoce, del naufrago errante, conseguí encontrar un interruptor, lo accioné, y pude ver que había llegado hasta un lavabo, que estaba en una casa, dios quisiere saber donde, y que de mi cabeza emanaba un hilo preocupante de sangre, rojo avivado.
-La cabeza es muy escandalosa...
-Es muy escandalosa....
-No te preocupes-.Me repetí una y otra vez a la vez que miraba mi rostro descarnado y ojeroso tras el espejo allí presente. Con la tenue luz que aquella estancia me proporcionaba, me acerque al lugar de partida, tambaleándome y con una toalla presionando la herida de la cabeza, divisé lo que era un gran salón,  el ventanal dejaba entrar el frío y el viento, al parecer las cristaleras se habían roto y yacían por todo el piso, untados de sangre, los muebles y adornos destartalados por el suelo daban fe de una batalla...
-Que demonios....
-Donde estoy...
Me acerque a la mesa central, encontré un cuchillo, poco parecido a los de cocina, más bien de asalto y con empuñadura forjada de buena madera al parecer; Cuando me asalto la luz de los focos directamente, me gire sobre mis pies con avidez, la avidez del asaltado y del recorrido por el terror, allí no había más que un hombre menudo con batín, la expresión de sus ojos no era mejor que la mía, rebuznaba terror, empuñando una escopeta de dos cañones. -Quien es usted...responda ahora...
- no... un momento, un momento...
alcé los brazos con machete en mano, en unos instantes divise entre las sillas destartaladas un animal, yacía inmóvil, muerto a machetazos, todo estaba planificado, no podía fallar, quien iba a pensar que justo aquel día una de las bestias  dormiría dentro de casa.
No puedo saber si la mirada de mis ojos cambió en el momento de saber a lo que venia, tal vez al alzar el machete que cogí anteriormente,  o la casualidad, a lo mejor la suerte ya estaba echada, lo cierto es que el hombre  disparó dos proyectiles certeros.

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