Son curiosas las conversaciones llevadas en las tascas, a veces rodeado de amigos, son interesantes; Otras, unidas por un simple compromiso de saber estar entre dos individuos que no se conocen de nada, donde la conversación, claro es; está de más. Lo cierto es, que si entras y pides de beber, el ambiente del tugurio se entremezcla,( la gente opina) y de verdaderas tonterías puedes alcanzar niveles de coloquio equiparables a altas cumbres.
De Hecho, para no ir más lejos, recuerdo una de esas conversaciones, mantenida no hará más de un par de años, desconozco la fecha exacta, son tantas las veces que acudo a la Tasca Los abetos que todos los días me parecen cercanos, pero aquel día fue especial; El cielo estaba completamente encapotado, se anunciaban rachas de lluvias intensas por la comarca, y solo unos cuantos asiduos nos atrevimos a bajar a la tasca, los de siempre. Es curiosa la adición que produce. El lugar era una construcción de madera en medio de la villa, databa centenario, era pequeño; Algunas mesas se apiñaban formando corro alrededor del hogar, que chispeaba agradecido, mientras prendía un generoso tronco, Allí estábamos el manco, Paco, Juan el de los suvenires y un presente; Todos bebíamos y jugábamos al mus sin deparar en más.
tanto es, que no deparé hasta cierto momento de la presencia de otro hombre, sentado más al fondo, tras el Pilar forjado a base de troncos; bestia traje a medida, gris a rayas y camisa roja acabada en cuello polo de puntas lustradas y avivadas, lucía un sombrero negro con ribete beige, de semblante serio y rostro alargado, bebía solo; Algunas veces, se distraía mirando su reloj de bolsillo; Me di cuenta de que mis compañeros también habían deparado, continuemos jugando y al cabo de un rato y de varios vinos decidí invitarlo a jugar, el hombre accedió.
Entre vinos y manos al lindar de la lumbre que desprendía el hogar, y más, en un día como hoy, la confianza rebosa, los amigos son más amigos y los allegados se sienten como en casa, tanto es, que el hombre─ que en un principio parecía ser no más que otro forastero de los que vienen a comunicar al centro penitenciario de la villa─ nos desveló algo que todavía hoy guardo en secreto, al no saber cuánto de verdad tenían aquellas palabras, en boca de un hombre ebrio y confiado, tratare de recomponer aquella historia y sus detalles lo más aproximado a lo que fue, si más no, porque aunque aquel hombre no fuese más que un loco, al que en un principio no creímos, los acontecimientos futuros helaron la sangre de mis compañeros y la mía propia; No es juicio mío el determinar cuan de casualidad existió en todo esto y…, ─francamente─, creo que es mejor dejarlo así.
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